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Las úlceras por presión o por decúbito son provocadas por la disminución
del riego sanguíneo en las zonas de apoyo, debido a una compresión
prolongada en pacientes que permanecen encamados durante mucho
tiempo. Las prominencias óseas del cuerpo son los sitios que se afectan con
mayor frecuencia; donde se originan isquemias de las estructuras que se
encuentran por debajo de la piel, grasa y músculos como resultado de la
presión sostenida.
El personal de enfermería desempeña un papel primordial para impedir su
aparición, si emplea correctamente los cuidados preventivos; por lo que
constituye un indicador para medir la calidad de la atención de enfermería.
No obstante, en ocasiones, son provocadas por otros factores ineludibles
como es el estado nutricional deficiente del paciente.
En la actualidad se han creado diversos métodos, fármacos y materiales
para la cura de las úlceras por presión. En Cuba, la no estabilidad de los
fármacos necesarios producto del bloqueo económico a que esta sometido
el país, hizo acudir a otras alternativas para solucionar este problema; que
aunque en menos cuantía que en décadas anteriores, sigue repercutiendo
en las unidades asistenciales y áreas de salud.
La sacarosa (azúcar) nombrada en los primeros años de nuestra era "sal
india o miel sin abeja", es un producto derivado de la caña de azúcar, natural
del sur de la India. La planta se extendió por diversos países como a Sicilia,
Marruecos y España, y en 1535 se introduce en Cuba por el español Diego
Velázquez.
Testimonios escritos que datan del año 170 a.c señalan el uso del azúcar
común para el tratamiento de las heridas, luego 700 años después de n.e
existen referencias del uso de la miel y la sacarosa como producto curativo;
aplicada por diferentes civilizaciones del mundo, formando parte de las
tradiciones orales heredadas de nuestros antepasados.
En 1864, el científico francés Grosuary en su libro "El médico botánico
criollo", describe que el azúcar cristalina se utiliza para reprimir
carnosidades, como cicatrizante en la cornea ocular, para curar aftas,
grietas del pezón y ulceras.
En Argentina en 1980, el Dr. León Herezage comenzó a utilizar la sacarosa
para el tratamiento de heridas complicadas, luego amplió su radio a todo
tipo de lección donde el componente infeccioso e inflamatorio eran la
expresión más notable. Llegó a extender su aplicación en animales de
sangre fría y caliente, aves y plantas; realizó estudios in vitro con un elevado
porcentaje de curación. Estos trabajos experimentales fueron mostrados 21
años después.
En España en 1998, el enfermero Manuel Cid González, tomó estas
experiencias reportadas en la década de los 50 por algunas salas del
Hospital de las Cinco Llagas, en Sevilla, donde se utilizó la sacarosa de
forma habitual para la cura de heridas y úlceras por presión, con tórpida
evolución. Por tanto, comenzó su aplicación en los pacientes en su forma
natural (granulada) o en pastas y posteriormente mostró sus resultados en
diciembre de 2002.
La sacarosa posee propiedades antibacteriana, bacteriostática, antiséptica,
desbridante antiedematosa, no irritante, inmunológica, estimula la
cicatrización y no se absorbe por vía tópica. Su aplicación en la piel y
mucosa genera una presión osmótica que deshidrata el citoplasma
bacteriano de las columnas presentes en el lecho de las bacterias,
consiguiendo por un lado la lisis bacteriana y por otro la incapacidad
reproductora de las bacterias no lisadas de las heridas.
Por los resultados obtenidos en cuanto a la supresión de la lesión en menor
tiempo con respecto a los métodos convencionales y la eliminación del olor
característico de este tipo de lesión, se propuso realizar el presente trabajo
con el objetivo de demostrar los beneficios obtenidos con la aplicación de
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